Venezuela: apuntes sobre el dilema electoral y la desinformación, con parlamentarias en puertas

“En estas elecciones en Venezuela preocupa la desinformación”, dice el vicedecano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, Jordi Rodríguez-Virgili. Casi la mitad de los venezolanos sigue utilizando la TV como medio fundamental para informarse. Actores externos influencian la conversación en redes sociales

Diego Area, Carmen Beatriz Fernández, Daniel Suárez Pérez, Mercedes De Freitas y Jordi Rodríguez-Virgili duante el seminario virtual | Captura de pantalla

Los venezolanos tienden a informarse principalmente por la televisión y por los medios analógicos, incluso buena parte de quienes tienen acceso a internet y redes sociales. La reciente salida del aire de Directv, sin embargo, es un hecho importante que ha supuesto problemas a la transmisión del mensaje por televisión.

Carmen Beatriz Fernández, investigadora y profesora de la Universidad de Navarra, estima que hay un movimiento del centro de gravedad informativo para descansar ahora más sobre las redes sociales. También han identificado y saben que la táctica gubernamental viene siendo “intoxicar los espacios digitales”; no tanto decir cómo se debe pensar, sino reorientar la discusión con algunos elementos.

Esto añade complejidad a la competitividad de unas próximas elecciones, cuyo carácter libre está siendo cuestionado.

Fernández compartió este planteamiento durante el seminario web “El dilema electoral y la desinformación en Venezuela”, celebrado el 30 de junio de 2020 y reseñado aquí por el OEV. La conversación fue una iniciativa del Atlantic Council, con el objetivo de exponer y explicar la influencia de la desinformación en procesos electorales en el país.

Fernández presentó resultados de una encuesta sobre desinformación desde las percepciones de los sujetos desinformados, o las víctimas de la desinformación.

Si bien 79 % de encuestados cuenta con acceso a internet y 67 % manifiesta ser usuario de redes sociales, la investigadora resaltó que solamente 34 % identifica a las fuentes digitales como su principal medio de información. En consecuencia, el medio dominante como fuente de información noticiosa sigue siendo la televisión (48,7 %), aunque se observa un claro sistema cruzado con el medio digital, o un uso híbrido de información.

Son fuentes minoritarias para informarse la radio (7,2 %) y los impresos (2 %). Igualmente llama la atención que 5,1 % se basa en conversaciones.

La polarización incide de manera llamativa en las maneras de informarse, suscribió Fernández. Así, la encuesta determinó que los opositores descansan mucho más sobre las redes sociales en comparación con quienes se ven a sí mismos como oficialistas.

Al preguntar qué tanto le preocupa a la gente la desinformación, esto como parte de un estudio global que abarca 37 países, en Venezuela resaltó que la preocupación de los nacionales sobre las llamadas fake news están exactamente en la media de toda la investigación: es decir, es motivo de interés para 59 %.

Tras aplicar un Modelo de Vulnerabilidad Informativa pudieron concluir que los más vulnerables en temas de desinformación son los menos educados y los que descansan más en fuentes analógicas -es decir, televisión, prensa u otros medios- como fuente principal de información; en este sentido, el patrón no tiene tanto que ver con la polarización.

De cara a una eventual convocatoria a proceso electoral en Venezuela, que Fernández calificó de entrada como “írrito”, consideró que los dilemas electorales no tienen que ver tanto con si se va a votar o no se va a votar. “La reflexión o el dilema es si decides hacerlo en unidad o con unidad de propósito, o si no. Los actores políticos más importantes de oposición tienen esa responsabilidad muy clara de decidir en conjunto”, opinó, al margen de los resultados del estudio, la también especialista en marketing político y ciberpolítica.

Fernández siente que hay algunas rendijas de oportunidad y que la pandemia está generando cambios políticos importantes en Venezuela y a escala global en las preferencias de un electorado que está volteando a mirar a otros referentes. “La sociedad está buscando nuevas referencias”.

Ilustración: El Economista

Desinformación, polarización y emociones

El vicedecano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, Jordi Rodríguez-Virgili, repasó durante el seminario virtual que rumores, bulos, difamaciones y calumnias no son fenómeno nuevo en política. Existen, sí, dos acontecimientos históricos a partir de los cuales se popularizaron los términos desinformación y fake news: las presidenciales de EEUU y el proceso de referéndum del Brexit, ambos en 2016.

Hasta entonces, desinformación podía ser sinónimo de falta de información. A partir de esos dos procesos, la desinformación también alude, y de manera creciente, a esfuerzos deliberados de determinados agentes por comunicar mentiras, medias verdades, saturación, sobreabundancia o contenidos inexactos al ciudadano.

El fenómeno de la desinformación también ha tomado fuerza a razón de la disrupción tecnológica y por la crisis de los medios de comunicación tradicionales. Dos elementos que van también unidos y que, de acuerdo con Rodríguez-Virgili, han llevado la desinformación a esta nueva dimensión.

Es lo que en el informe llaman la ‘arquitectura digital de la desinformación’. Las nuevas tecnologías son enormemente proclives para la difusión de contenidos falsos.

“En estas elecciones en Venezuela preocupa la desinformación”, expuso Rodríguez-Virgili.

Con base en el estudio global de 37 países analizados, se determinó que a más gente le preocupa la información falsa o engañosa de los políticos que la de cualquier otra fuente. Pero, al comparar los resultados globales con cómo se entiende esta preocupación por el emisor de las fake news en el caso Venezuela, se evidencia que aquí es distinto: no son los políticos quienes están en primer lugar, sino que hay más preocupados por la conducta de los periodistas (que, a escala global, están de terceros).

La investigación aporta una tipología de la información problemática, que desgranó el vicedecano:

De un lado, la información errónea: datos que no son ciertos, conexiones falsas, información descontextualizada, que contiene errores, no es cierta.

De otro lado, la información maliciosa: es cierta, pero deriva de filtraciones, busca hostigar a algún adversario.

Tratando de ubicarla teóricamente, la desinformación estaría en medio de una y otra, en una tercera zona de intersección: es información falsa, que descontextualiza la información; hay un contenido impostor, manipulado, fabricado.

Al ratificar la “clara relación de las emociones con la polarización (se habla, de hecho, de “polarización afectiva”) Rodríguez-Virgili se paseó por el concepto de posverdad, el cual defiende que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones o creencias. O, dicho de otro modo, que prima la emoción y las creencias personales previas del sujeto receptor.

La polarización, disertó el académico español en otro momento del foro, también tiene que ver con el sentido de pertenencia. Y esto acarrea dos consecuencias: primera, la ya estudiada exposición selectiva; es decir, que la gente se expone selectivamente a determinados medios de comunicación y cuentas en redes, entrando así -y con sofisticados algoritmos- en las llamadas “cámaras deco” o “cajas de resonancia” características del pensamiento: “yo sigo a la gente principalmente que piensa como yo”. Y segunda, la percepción selectiva o sesgo de confirmación; esto es, que tendemos a creer y compartir como verdadero lo que refuerza nuestras creencias, acorde con nuestras emociones.

Lo preocupante radica en que esta desinformación, con la polarización y con la posverdad, “desemboca en una banalización de la mentira y, por ende, en una relativización de la verdad y eso dificulta, impide casi, el diálogo político, la búsqueda del acuerdo, la búsqueda del consenso, gestionar la heterogeneidad en la democracia”.

Y cuando la política se plantea desde el “estás conmigo o estás contra mí”, se dificulta el debate público y, como consecuencia, crece la desconfianza ciudadana y se provoca una desconexión entre la sociedad, los políticos y las instituciones. “Se pone en riesgo la propia cohesión social, se debilita el contorno social y se llega a cuestionar la democracia”.

Ilustración: ijnet

Protesta social, trasladada a las redes

El investigador del Laboratorio de Investigaciones Forense Digitales de Atlantic Council Daniel Suárez Pérez clarificó que las estrategias de desinformación son cambiantes.

Con base en estudios y mediciones ejemplificó que en Twitter, previo a instalación del periodo de sesiones 2020 de la Asamblea Nacional en enero pasado, solo 1 % de cuentas que promovieron etiquetas contra Juan Guaidó influyeron en una cuarta parte de las conversaciones.

Entre los rasgos de esa narrativa notó la utilización de términos despectivos o el uso de algunos textos de spam sacados de Wikipedia.

Con la pandemia, observa Suárez Pérez, las personas trasladaron la protesta social a las redes sociales.

La también expositora Mercedes De Freitas, directora ejecutiva de Transparencia Venezuela, organización coautora del estudio junto a la Universidad de Navarra, contextualizó que en época electoral el Estado suele elevar su política de control de un flujo informativo que, en el caso venezolano, no tiene contrapeso. Una situación de desinformación tiende a confundir mucho más al electorado.

En la moderación del seminario virtual estuvo Diego Area, director asociado del Centro para América Latina Adrienne Arsht del Atlantic Council.

La actividad se dio el mismo día que, en Venezuela, el Consejo Electoral anunció que en las elecciones parlamentarias planificadas para diciembre de 2020 elevarán de 167 a 277 el número de diputados a elegir, mientras los partidos mayoritarios de la oposición democrática plantean un decálogo de condiciones mínimas de participación al ente rector.